lunes, 17 de noviembre de 2014

Pasado marchito.

Que hoy el pasado picó a mi puerta.
Me trajo tu olor, tus besos y tus estúpidas manías.
Y yo le dije que se fuera, que ya no había lugar para él en nuestra vida,
dándome cuenta que ese "nuestra" ya no existía.
Le dije que te habías marchado, y que no tenía sentido su visita.
Él insistió haciendo que saborease el café que me despertaba junto a ti.
Y yo le dije que el café jamás me había sabido tan amargo.

Que hoy nuestro pasado me ha visitado y no he tenido los santos cojones de decirle que ya no es nuestro,
ni mío ni tuyo,
y que está muerto.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Relatividad temporal.

Me cambiarás.
Me desordenarás
para ordenarme de nuevo.
Y te seguiré queriendo.

Me elevas
y luego me caigo.
Pero evitas que me haga daño.
Y te sigo queriendo.

Me diste lo que nadie me dio
solo por hacerme sentir que era alguien.
Pero te fuiste.
Y te seguí queriendo.

Y es que el tiempo es tan relativo como lo fueron tus besos.

martes, 21 de octubre de 2014

La vainilla huele a invierno.

Hoy le dio por recordar.
Le dio por recordar sus inviernos.
Y le vinieron esos olores.
Le vino el olor a derrota, a tristeza, a oscuridad.
Y recordó el sabor amargo de sus lágrimas y ese olor que dejaban en el aire a "has tocado fondo".

Pero hoy también le dio por comparar.
Y así se dio cuenta que esos olores eran solo recuerdos.
Se dio cuenta que este invierno tenía otro olor.
A esperanza, a fuerza, a valor.
Y le recordó al olor de su cuello.
Al olor de vainilla.

domingo, 12 de octubre de 2014

Que me faltas y me falto.

Error tras error.
Caida tras caida.
Besos tras besos.
Y lágrimas tras ellos.

Que ya no te tengo, eso está claro.
Pero que no te quiero, eso ya no tanto.
Intento convencerme cada noche que no te necesito y tras ese pensamiento, rompo a llorar esperando que tú pares ese llanto.
Cada mañana me levanto esperando encontrarme tu olor junto al del café, y me sorprendo al llegar a la cocina y ver la cafetera apagada.

Que no sé, que si sé, que me faltas y me falto. 

martes, 7 de octubre de 2014

;

Y me negué a echarte de menos.
Y me desperté gritando tu nombre entre susurros.
Y el café está frío de esperarte.
Y los cristales se empañan pero ya no encuentro ningún 'te quiero' escrito en ellos.
Y tu risa sigue aquí, conmigo.
Que dice que no se quiere ir, que yo la hacía sentirse viva.
Y la mía, la mira y se arrepiente de haberse dejado matar con tu ausencia.
Y aquí sigo.
Afónica de gritarte en silencio, con los cristales empañados, el café frío y sentada con nuestras risas, que sí que nos echan de menos.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Cómo, cómo, cómo.

¡Y cómo moría por sus clavículas!
Cómo me gustaba besarlas, acariciarlas y sentir como se erizaba su piel al roce de mis dedos.
Cómo de loca me volvía susurrale "te quiero" al filo de esa piel.
Cómo deseaba clavarle mis uñas en su espalda mientras sus gemidos sonaban totalmente arrítmicos al filo de mi oreja.
Cómo necesitaba esos besos, tan calientes y tan fríos a la vez.
Y cómo dolió esa ausencia de cuándo la vi marchar.
Cómo dolió ver que jamás volvería a sentir esos besos, esos gemidos y esa piel erizada que desprendía un perfume que conseguía evadirme del mundo.

Y cómo me duele echarte de menos y cómo espero que vuelvas.

martes, 16 de septiembre de 2014

Carta para nadie.

Llenar vacíos imposibles de rellenar. 
Llorando sin derramar lágrimas.
Sangrar sin sangre.
Respirar sin aire.
Vivir por vivir y seguir sin seguir.

Y es que desde que te fuiste todo perdió su sentido. Los veranos son menos calurosos e intuyo que el invierno será más frío que nunca. Aquí todo sigue igual, pero sin ti. Y quizás no es justo eso de que sigue igual porque yo lo veo todo completamente diferente. 

P.D.: Vuelve.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Hasta que deje de estar.

Y firmo este documento prometiendo que estaré aquí hasta que deje de estar. 

Firmo este documento con la sangre de las heridas que no dejaré que te sangren, con las lágrimas que no dejaré que derrames y con el aire que debería de escaparse de esos suspiros de desesperación que no dejaré que tengas. Firmo, que estaré hasta que deje de estar.

Prometo verte reír, llorar, saltar, cantar, bailar, gritar, brillar (y no dejar que te apagues), amanecer, atardecer y no dejarte sufrir. Prometo verte, mientras esté y hasta que deje de estar.

Pero no te prometo estar para siempre, ni siquiera creo que eso exista. 

Prometo estar hasta que deje de estar, y quizás mañana ya no estoy. 

miércoles, 23 de julio de 2014

Recomposiciones del pasado.

Hoy me ha dado por ponerme melancólica. Por echar de menos atardeceres, sentimientos y, por qué no decirlo, personas.
Y es que la vida da muchas vueltas y a mi ha conseguido marearme.
En este tiempo he podido ver como se alejaban muchas personas de mi, dejando un vacío casi insoportable (o eso pensé al principio), he roto promesas y me han hecho ver que esos "estoy aquí para lo bueno y para lo malo" no eran más que un saco de mentiras. Que cuando las cosas se pusieron realmente crudas, me quedé sola (y aún no sé si voluntariamente).
Me he dado cuenta que al abrir la boca pueden salir cosas que desearías no decir jamás (y, curiosamente, de lo que más me arrepiento es de haber pronunciado 'te quiero'); así que aprendí a observar y callar por mucho que duela. Mejor eso a que la gente se aleje al sacar el lado más oscuro de tu interior.
Y eso, que me he mareado y aún no sé cómo podré volver a verlo todo en su sitio. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Desastres meteorológicos.

Era un desastre, un completo desastre. Era como esos tornados que al pasar dejan todo destrozado pero con una pequeña diferencia, los destrozos tan sólo tenían una víctima (y siempre era la misma): ella misma.
A menudo esos destrozos venían dados por inundaciones; inundaciones de recuerdos. De cuando veía atardecer en compañía. De cuando tenía una mano que encajaba a la perfección con la suya. Recuerdos de lo que tuvo y perdió; recuerdos de aquello que dejó ese horrible vacío en su interior.
Vacío que ella catalogaba como agujero negro. Agujero negro que era capaz de absorber cualquier pizca de positividad que tuviera el valor de entrar en su vida.
A veces le pasaba, le pasaba que le llovían gotas de felicidad, de positividad. Pero ese agujero lograba absorber todas ellas, sin dejar rastro alguno.
Y, finalmente, se decidió. Dejó que el volcán de su interior erupcionara y quemara todo lo que tuviera a su paso. 
Dejando tan sólo ruinas de todo lo que llegó a ser. 

sábado, 5 de julio de 2014

Recuerdos.

Hablamos de muñecas rotas. De miradas perdidas. De roces que queman la piel. 
Hablamos de querer y no poder; de querer recuperar aquello que perdimos, pero no poder. De querer arreglar todo con tan sólo una sonrisa y no poder. De querer ver a nuestro alrededor feliz mientras nos rompemos por dentro. 
Hablamos de pasados que rompen más que el presente. De besos que aún podemos saborear. De tardes de invierno en que era tan fácil sonreír. De abrazos que daban más calor que cualquier abrigo. De voces quebradas. De lágrimas derramadas. 
Al fin y al cabo, hablamos de nosotros. De todo lo que fuimos, lo que pudimos haber sido y nunca seremos. De todo lo que vivimos. 

(esto es todo culpa de tu olor, que me ha traído demasiados recuerdos).

Revolución ortográfica.

Y gritó la h de nuestros 'hasta mañana' que quería dejar de ser muda. 
Y se quejó el cero a la izquierda, con el que siempre me comparé, porque odiaba ser siempre tan molesto. 
Y los signos de interrogación exclamaron que querían dejar de obtener respuestas negativas; 
y los de exclamación no dejaban de preguntarse que por qué los te quiero que estaban entre ellos habían tenido tan poco resultado contigo. 
Y las comas que nos separaron durante cortos periodos de tiempo se quejan porque ellas no querían eso. 
Y aparece el punto final que pusimos entre nosotros para decirnos que todo fue contra su voluntad.

Y aquí estoy yo viendo está revolución de la ortografía contra ese 'nosotros' tan inexistente y esperando que aparezcas sabiendo que no lo harás.

miércoles, 2 de julio de 2014

Mi paradoja preferida.

Ella era una paradoja, lo era. Que cuanto más viva te parecía más muerta estaba por dentro. Que su pelo rojizo te hacía pensar que era fuego, que nada podía dañarla; pero sólo bastaba una visita a su mirada para ver que aquello era mentira. Después su pelo oscureció, y el negro te hacía pensar que ya era un reflejo de su alma. Pero algo pasó, y su mirada empezó a brillar. Ya no fingía, la podías ver feliz.

Y entre visita y visita a su mirada algo floreció en mí (creo que era cariño). Y empecé a quererla, empecé a sentir que esa paradoja era imprescindible en mi vida (de alguna forma mi vida también era una paradoja). Empecé a darme cuenta que sin ella yo no podía completar mi poema (entiendo poema como mi vida), que faltaba algo; y, es que, al fin y al cabo ¿qué es de un poema sin su paradoja? 


lunes, 30 de junio de 2014

(abril).

Y tenía la sonrisa más bonita y más dolorosa que jamás había visto. Y ya no hablemos de esa mirada, que en un segundo podía mostrarte horrores. Pero ella sonreía, ¡y qué valor! Después de todo sonreía, porque alguien le había dicho que si lo hacías no preguntaban, y ella odiaba las preguntas. Así que decidió sonreír.
Y también reía. Reía a carcajadas, porque la risa es la expresión de la felicidad y ella siempre había querido ser feliz. Así que decidió reír, para ver si expresando algo que no tenía podía conseguirlo.

El principio del fin.

Guardó todos sus inviernos en esa caja, junto a sus miedos e inseguridades. Y los lanzó al precipicio, aquel precipicio que la había tentado tantas veces. Se deshicieron en pedazos; fue la primera vez que algo se destrozaba y no era ella, fue la primera vez que un destrozo la hacía sonreír.
Y desde ese instante, transformó sus miedos en valor y sus inseguridades en fuerza. Los inviernos jamás volverían a enfriarla por dentro. Y ella jamás volvería a auto-destruirse.

sábado, 14 de junio de 2014

Viajes sin vuelta

Y es que después de cada promesa rota, de cada te quiero con tono de mentira; después de que me rompieran el corazón o el alma; después de que los besos fueran amargos, con un regusto de "puede ser el último"; después de cada herida se reabriera o de que aparecieran nuevas; después de romper en pedazos aún más pequeños los pedazos ya existentes; después de cada golpe, de cada caída; siempre aparecías tú.
Jamás he sido de creer en las casualidades, prefiero llamarlo destino; que si algo me pasa sea porque tiene que pasarme. Así que me justifiqué a mi misma que si aparecías tanto, quizás fuera porque te necesitaba. Que si me querías de esa forma, y aparecías siempre que el dolor se apoderaba de mi, algo tenía que significar. Y, me plantee, que si yo debía dejarme embaucar por todos esos hechos; si debía creerme que tú me querías o si eras como todos y me acabarías dejando sola. Pero, como siempre, sucedió lo inevitable y me enamoré de ti. Y me dejé llevar. Y tanto me dejé llevar, que ahora me he ido contigo y ya no puedo volver.

viernes, 6 de junio de 2014

-

Sé que prometí no volver a recordarte, ni a pensarte, ni siquiera a susurrar tu nombre en la oscuridad de mi habitación después de despertarme alterada de un sueño en el que te marchas. Sé que lo prometí. Sé que no vas a volver, lo dejaste muy claro en tu última carta. Y, a veces me pasa, que ya no sé si eso fue real o es otra de mis malditas pesadillas; entonces me confundo y me pongo a sonreír pensando que en cuanto mi mundo se derrumbe aparecerás tú para ayudarme a reconstruirlo. Pero, ¿sabes qué pasa? que mi mundo cae y se rompe en pequeños pedazos, pero tú no apareces. Y entonces es cuando llego a ser consciente que todo aquello fue real.
Quizás debería pasar página, quizás. Pero cada vez que lo hago vuelvo a escribir tu nombre en el rincón. Y ahora sólo queda una libreta llena de garabatos inútiles, de te quieros que jamás serán leídos, un "para siempre" borroso por mis lágrimas y algún que otro poema que habla de tu forma de reír.
Por cierto, ¿recuerdas todas aquellas promesas que nos hicimos? He estado buscándolas pero no las encuentro, creo que jamás existieron.

domingo, 25 de mayo de 2014

Última carta para ti.

Aquí estoy, volviendo a escribirte. Ya sé que no volverás y, te aseguro, que la intención de estas líneas no es esa. No quiero que vuelvas, no lo quiero. Sólo quiero decirte que te echo de menos. Paradójico ¿verdad? pero no podemos negar que lo nuestro no haya sido paradójico; todo ha sido un ni contigo ni sin ti, te quiero pero no te quiero y, supongo, que todo acabo por romperse. Supongo que lo paradójico paso a ser ilógico y después inexistente. Supongo, no sé. Siempre he sido de suponer. También supuse que esto iba a durar, que esto iba a ser para siempre y me equivoqué, así que no hagas mucho caso a mis suposiciones.
Otra cosa que quería decirte, es que no voy a recordar muchos a momentos a tu lado y lo lamento. Me voy a quedar con los buenos ¿vale? Esos momentos en que sólo podíamos hacernos sonreír. No sé, prefiero pensar que esto fue bonito mientras duró. Llámame tonta o ilusa, pero lo prefiero. No me apetece recordar los enfados ni las lágrimas, ni siquiera las noches en vela o las heridas (internas o externas).
No sé, supongo que me olvido muchas cosas que decirte. (¿ves? ya vuelvo a suponer). Pero no volveré a escribirte, así que lo que quede, quedará en el olvido.
Ah sí, una última cosa: me has dejado marca. Y eso no me gusta.

domingo, 11 de mayo de 2014

Reciprocidad.

«Otra vez has vuelto a hacerlo. Has conseguido despertar a las voces de mi interior, han vuelto a decirme lo horrible que llego a ser. Otra vez has vuelto a hacer que las lágrimas no puedan dejar de salir como si de una cascada se tratara. Otra vez has hecho que aparezca esa maldita presión en el pecho y que mi pulso tiemble continuamente. Otra vez has conseguido que sea más difícil sonreír y mucho menos llorar. Has vuelto a hacer que me ponga las canciones más tristes para llorar acompañada de voces que me entiendan. Otra vez has conseguido que apenas hable porque no creo que pueda salir nada bueno de mi boca. Has vuelto a destruir el poco cariño y confianza que me tenía.
Te odio, te odio por conseguir que vuelva a vivir en este infierno.» 

Se giró y dejó de mirar su reflejo en el espejo.

viernes, 18 de abril de 2014

Convertirte en poesía.

Qué bonito debe de ser eso de convertir a alguien en poesía. De hacer cada gesto un verso, de cada beso una metáfora y de cada momento una estrofa. 
Qué bonito debe ser poder convertir cada experiencia en un poema y poder plasmar en un papel tanto sentimiento.
Que cada fecha, cada canción y cada rincón compartida sea el título de un poema que te lleve a ella. 
Poder escribir poesía pensando en todo lo vivido (y lo que quedó por vivir). 
Dibujar su cuerpo a través de miles de recursos retóricos.
Y volver a sus brazos con cada rima.
Qué bonito debe ser convertirte en poesía.  

martes, 18 de marzo de 2014

Tiempo.

Las agujas del reloj no giran, todo está parado.
El tiempo se detiene o no avanza (y no sé qué es peor).
Y tú, ahí parado, esperando una pregunta o una respuesta o, tan sólo, una palabra; una palabra de ánimo, una palabra cualquiera.
Las agujas se rompen, en pequeños pedazos, al igual que tu corazón. 
Y el tiempo se para, ahora sí, para siempre.

domingo, 16 de marzo de 2014

Carnaval de sentimientos.

Disfrazar esa sonrisa, disfrazarla de felicidad. Pintarla de rojo, ese rojo que llama la atención. Que mejor te miren los labios a que vean los horrores que refleja tu mirada. Vestirte de insensible, ponerte esos escudos de a-mi-nada-me-duele. Y caminar, con la cabeza alta y los sentimientos reprimidos. Que sí, que la vida va de eso.
Disfraces de felicidad, de insensibilidad. Disfraces que se deshacen con lágrimas. Disfraces que hacen de esta vida un carnaval de sentimientos.

lunes, 24 de febrero de 2014

Ver reír a la tristeza

No sabía su nombre, me gustaba llamarla Tristeza. Hacía honor a su nombre (que aunque no fuera suyo, yo ya la había designado con él).

Días y semanas pasé observándola. Y decidí llamarla así porque, aunque riera a carcajadas, la tristeza se veía reflejada en sus ojos. Me gustaba verla reír, me gustaba ver reír a la tristeza.

Me pasé tanto tiempo observándola que podría dibujarla con los ojos cerrados.

Me pasé tanto tiempo reteniendo sus movimientos en mi retina; su forma de caminar, su forma de apartarse ese mechón de pelo que le caía en su cara cuando no paraba de reír, la forma en que intentaba esconderse en ella misma, la forma en que mostraba todas sus inseguridades al mundo aunque el mundo fuera incapaz de observar ninguna de ellas; pero yo sí. Y la amé con todas ellas, y me enamoré de sus defectos (casi tanto como de sus virtudes).

Y ella nunca lo vio, y siguió ocultándose pero a la vez mostrando todo lo que hacía que no se quisiera, con la esperanza de que alguien supiera quererla, que alguien pudiera salvarla.
Sus ojos, su sonrisa, sus movimientos, sus cicatrices pedían a gritos (pero con un admirable silencio) que la salvaran.

Pero nadie supo hacerlo.

Nadie pudo salvarla.

Excepto ella misma.


Y no lo hizo. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Tormenta interior

Después de la tormenta llega la calma, dicen. Y ella llevaba tiempo esperando esa calma y la tormenta de su interior (que empezó siendo un simple goteo) iba cada vez a peor. Llovía y llovía, pero siempre llega la calma. Siempre, y se aferró a esa esperanza como a un hierro ardiente. Aunque estuviera empapada y, muchas veces, su lluvia llenara su interior y tuviera que salir. La gente le llamaba llorar, ella lo llamaba inundarse (de dolor, de penas o yo qué sé). Y así pasó el tiempo, intentando que su tormenta particular se acabara y llegara esa calma.

Porque sí, siempre llega. 

miércoles, 5 de febrero de 2014

Incertidumbre.

No lo sé, quizás esto sea un laberinto sin salida o un pozo de esos que cuando piensas que has tocado fondo, te vas más abajo. Quizás las promesas que se hicieron ya no existen y sólo queda la esperanza de que todo vaya bien por el azar. Quizás todo sean apariencias y el mundo esté más roto que yo por dentro. Quizás, no sé. Y es esa incertidumbre la que me consume, el no saber si esto tiene final. Si estoy cayendo y cayendo para llegar algún lugar o, simplemente, caeré hasta que me destroce por completo. Necesito que alguien entre en mi y pueda ver todo lo que está estropeado y logré arreglarlo; que alguien ordene el desastre de mi interior.

domingo, 2 de febrero de 2014

Que este momento sea infinito.

Que sobren las palabras y que los silencios sean cómodos. Que nada importe pero que todo sea relevante. Deshacernos poco a poco, en cada beso y en cada caricia. Poder deshacer cada nudo, quitar cada espina y hacer que el dolor se desvanezca. Recomponer esas piezas que quedaron por el camino y fuimos recogiendo con la esperanza de que algún día podríamos volver a ponerlas en su sitio, y ese día ha llegado.
Y perdernos sin salir de la cama. Y contarnos historias aunque sean inventadas ¿qué más da? Si la cuestión es oír nuestras voces e interrumpir la conversación con algún que otro beso. Y acariciarnos hasta gastarnos la piel. Contarnos los lunares como el que cuenta estrellas cuando no puede dormir. Que sobre la ropa y que nunca falten las sonrisas. Que esta noche sea eterna. Que todo desaparezca a nuestro alrededor. Que no necesitemos comida, agua o dinero; que nos alimentemos a base de besos. Que esto no acabe, que no nos perdamos por caminos diferentes que no se volverán a unir. Que lleguemos a viejos y podamos contarnos las arrugas. Que este momento sea infinito. 

Inocentes y miedicas.

De pequeños, no ocultamos nuestros miedos; al contrario, los mostramos, así mamá o papá nos abrazan y, de repente, todo cambia. Es como si los brazos de nuestros padres fueran muros infranqueables dónde estamos seguros y, ni el monstruo que está dentro del armario o debajo de la cama nos pudiera tocar. Desde esos brazos somos los más valientes del mundo.
Entonces, crecemos (y todo empieza a estropearse). Crecemos y tenemos miedo de mostrar nuestros propios miedos, ¡qué ironía! Hay que ser fuertes y ahí estamos, como un ejercito de los más duros, millones de adolescentes idénticos, fingiendo ser felices. Ocultándonos tras bromas y sonrisas falsas. Ni siquiera nos planteamos si aquella chica que se sienta al lado nuestro en clase, aquella que todo el día está sonriendo, llega a casa y rompe a llorar encerrada en el baño, durante horas. O si el chico que siempre lleva sudadera tiene millones de cicatrices; será friolero, piensas. Qué inocentes. Inocentes y miedicas, lo tenemos todo. Pero seguimos así, ocultando todo porque siempre es más fácil que dar explicaciones, ¿o no? Ni siquiera lo sabemos. Nunca nos hemos parado a dar explicaciones: o no te escuchan o no te entienden. La cuestión es tener una excusa suficientemente buena como para que sirva de justificación de ese miedo a mostrar nuestros miedos.

miércoles, 22 de enero de 2014

Nuestra belleza.

Ella no se ve bonita ni perfecta. Pero ni siquiera se da cuenta de la belleza que desprende en la delicadeza de cada movimiento, como si en cualquier momento se fuera a romper en mil pedazos. De la belleza del sonido de su risa en mis oídos, de su sonrisa, de su caminar; de la belleza de ser ella misma.
No se da cuenta de lo bello que es poder perderse en sus marrones ojos o de enredarse en sus labios durante unos segundos, sin respiración. No se da cuenta de la belleza del contacto de nuestras pieles en cada abrazo; ni de la belleza de cada roce de nuestras manos.
No se da cuenta de que me encanta su belleza;
nuestra belleza.

sábado, 18 de enero de 2014

La triste historia de perderte a ti mismo.

No, no te vayas. Vuelve. 
Se desvanece, no puedo parar de andar y su figura cada vez se ve más pequeña.
Corre, aún puedes alcanzarme.
Un último grito, un último esfuerzo. Sé que puede alcanzarme, sé que podemos seguir de la mano durante el camino. ¿Por qué tuvo que caer?
No, levántate, dan igual las heridas. Acabaran siendo cicatrices. Vamos, a arriba.
Siento mi garganta desgarrada, mis pies no paran de avanzar.
Por favor, ven. Levántate y ven. Yo te curo.
Un punto en el horizonte. Y, de repente, nada. Sólo oscuridad.
Adiós.

jueves, 16 de enero de 2014

Y ahora qué.

'Hace ya tiempo del huracán'. Claro, todo pasa. Alguien llega a tu vida, te la alborota por completo, te hace sentir cosas que jamás te creías capaz de sentir y se va. Así, sin más. Muchas veces sin un simple adiós. Y tú te quedas con esa cara de panoli intentando buscar respuestas a tantas preguntas, intentando buscar una excusa suficientemente creíble para que cuando te mires al espejo no te veas como un perdedor.
Claro, como siempre, nada es tu culpa. Si se van, allá ellos; ellos se lo van a perder. O es eso lo que suelen decir. Y llega un punto en la vida que lo que suelen decir empieza a sonar tan poco creíble, que prefieres no escuchar.
Y dejas de buscar excusas porque, aunque encuentres una suficientemente creíble, cada vez que te miras al espejo te sigues viendo como un perdedor. Al fin y al cabo, es lo que soy ¿no? Pues empecemos a reconocerlo.
Y entonces, desde ese puto momento, tus miedos e inseguridades se exageran. El mirarse al espejo ya desaparece de rutina y, si lo haces, será para insultarte. ¿Para qué hacer amigos si se irán a la primera de cambio? Muchas promesas y pocas cumplidas. Y ya te cansas de luchar, de sonreír y de fingir que no te duele que la gente se vaya así, sin más. Que es obvio que no es tu culpa, que si la gente no permanece a tu lado no es por tu culpa, que son ellos.
Una noche te desvelas, y sin querer acabas pensando en tu mejor amiga de la infancia y piensas: ¿y ahora qué? ¿ahora a quién tengo? Y, como si de una película se tratara, todas las personas que marcaron tu vida pasan ante tus ojos. Y, de repente, al mismo tiempo que aparece una lágrima del rabillo de tu ojo, te das cuenta que ninguna de esas personas está ahí. Que solo queda un 'hola' de vez en cuando. Que nadie ha permanecido desde siempre.