lunes, 30 de junio de 2014

(abril).

Y tenía la sonrisa más bonita y más dolorosa que jamás había visto. Y ya no hablemos de esa mirada, que en un segundo podía mostrarte horrores. Pero ella sonreía, ¡y qué valor! Después de todo sonreía, porque alguien le había dicho que si lo hacías no preguntaban, y ella odiaba las preguntas. Así que decidió sonreír.
Y también reía. Reía a carcajadas, porque la risa es la expresión de la felicidad y ella siempre había querido ser feliz. Así que decidió reír, para ver si expresando algo que no tenía podía conseguirlo.

El principio del fin.

Guardó todos sus inviernos en esa caja, junto a sus miedos e inseguridades. Y los lanzó al precipicio, aquel precipicio que la había tentado tantas veces. Se deshicieron en pedazos; fue la primera vez que algo se destrozaba y no era ella, fue la primera vez que un destrozo la hacía sonreír.
Y desde ese instante, transformó sus miedos en valor y sus inseguridades en fuerza. Los inviernos jamás volverían a enfriarla por dentro. Y ella jamás volvería a auto-destruirse.

sábado, 14 de junio de 2014

Viajes sin vuelta

Y es que después de cada promesa rota, de cada te quiero con tono de mentira; después de que me rompieran el corazón o el alma; después de que los besos fueran amargos, con un regusto de "puede ser el último"; después de cada herida se reabriera o de que aparecieran nuevas; después de romper en pedazos aún más pequeños los pedazos ya existentes; después de cada golpe, de cada caída; siempre aparecías tú.
Jamás he sido de creer en las casualidades, prefiero llamarlo destino; que si algo me pasa sea porque tiene que pasarme. Así que me justifiqué a mi misma que si aparecías tanto, quizás fuera porque te necesitaba. Que si me querías de esa forma, y aparecías siempre que el dolor se apoderaba de mi, algo tenía que significar. Y, me plantee, que si yo debía dejarme embaucar por todos esos hechos; si debía creerme que tú me querías o si eras como todos y me acabarías dejando sola. Pero, como siempre, sucedió lo inevitable y me enamoré de ti. Y me dejé llevar. Y tanto me dejé llevar, que ahora me he ido contigo y ya no puedo volver.

viernes, 6 de junio de 2014

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Sé que prometí no volver a recordarte, ni a pensarte, ni siquiera a susurrar tu nombre en la oscuridad de mi habitación después de despertarme alterada de un sueño en el que te marchas. Sé que lo prometí. Sé que no vas a volver, lo dejaste muy claro en tu última carta. Y, a veces me pasa, que ya no sé si eso fue real o es otra de mis malditas pesadillas; entonces me confundo y me pongo a sonreír pensando que en cuanto mi mundo se derrumbe aparecerás tú para ayudarme a reconstruirlo. Pero, ¿sabes qué pasa? que mi mundo cae y se rompe en pequeños pedazos, pero tú no apareces. Y entonces es cuando llego a ser consciente que todo aquello fue real.
Quizás debería pasar página, quizás. Pero cada vez que lo hago vuelvo a escribir tu nombre en el rincón. Y ahora sólo queda una libreta llena de garabatos inútiles, de te quieros que jamás serán leídos, un "para siempre" borroso por mis lágrimas y algún que otro poema que habla de tu forma de reír.
Por cierto, ¿recuerdas todas aquellas promesas que nos hicimos? He estado buscándolas pero no las encuentro, creo que jamás existieron.