jueves, 13 de febrero de 2014

Tormenta interior

Después de la tormenta llega la calma, dicen. Y ella llevaba tiempo esperando esa calma y la tormenta de su interior (que empezó siendo un simple goteo) iba cada vez a peor. Llovía y llovía, pero siempre llega la calma. Siempre, y se aferró a esa esperanza como a un hierro ardiente. Aunque estuviera empapada y, muchas veces, su lluvia llenara su interior y tuviera que salir. La gente le llamaba llorar, ella lo llamaba inundarse (de dolor, de penas o yo qué sé). Y así pasó el tiempo, intentando que su tormenta particular se acabara y llegara esa calma.

Porque sí, siempre llega. 

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