miércoles, 23 de julio de 2014

Recomposiciones del pasado.

Hoy me ha dado por ponerme melancólica. Por echar de menos atardeceres, sentimientos y, por qué no decirlo, personas.
Y es que la vida da muchas vueltas y a mi ha conseguido marearme.
En este tiempo he podido ver como se alejaban muchas personas de mi, dejando un vacío casi insoportable (o eso pensé al principio), he roto promesas y me han hecho ver que esos "estoy aquí para lo bueno y para lo malo" no eran más que un saco de mentiras. Que cuando las cosas se pusieron realmente crudas, me quedé sola (y aún no sé si voluntariamente).
Me he dado cuenta que al abrir la boca pueden salir cosas que desearías no decir jamás (y, curiosamente, de lo que más me arrepiento es de haber pronunciado 'te quiero'); así que aprendí a observar y callar por mucho que duela. Mejor eso a que la gente se aleje al sacar el lado más oscuro de tu interior.
Y eso, que me he mareado y aún no sé cómo podré volver a verlo todo en su sitio. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Desastres meteorológicos.

Era un desastre, un completo desastre. Era como esos tornados que al pasar dejan todo destrozado pero con una pequeña diferencia, los destrozos tan sólo tenían una víctima (y siempre era la misma): ella misma.
A menudo esos destrozos venían dados por inundaciones; inundaciones de recuerdos. De cuando veía atardecer en compañía. De cuando tenía una mano que encajaba a la perfección con la suya. Recuerdos de lo que tuvo y perdió; recuerdos de aquello que dejó ese horrible vacío en su interior.
Vacío que ella catalogaba como agujero negro. Agujero negro que era capaz de absorber cualquier pizca de positividad que tuviera el valor de entrar en su vida.
A veces le pasaba, le pasaba que le llovían gotas de felicidad, de positividad. Pero ese agujero lograba absorber todas ellas, sin dejar rastro alguno.
Y, finalmente, se decidió. Dejó que el volcán de su interior erupcionara y quemara todo lo que tuviera a su paso. 
Dejando tan sólo ruinas de todo lo que llegó a ser. 

sábado, 5 de julio de 2014

Recuerdos.

Hablamos de muñecas rotas. De miradas perdidas. De roces que queman la piel. 
Hablamos de querer y no poder; de querer recuperar aquello que perdimos, pero no poder. De querer arreglar todo con tan sólo una sonrisa y no poder. De querer ver a nuestro alrededor feliz mientras nos rompemos por dentro. 
Hablamos de pasados que rompen más que el presente. De besos que aún podemos saborear. De tardes de invierno en que era tan fácil sonreír. De abrazos que daban más calor que cualquier abrigo. De voces quebradas. De lágrimas derramadas. 
Al fin y al cabo, hablamos de nosotros. De todo lo que fuimos, lo que pudimos haber sido y nunca seremos. De todo lo que vivimos. 

(esto es todo culpa de tu olor, que me ha traído demasiados recuerdos).

Revolución ortográfica.

Y gritó la h de nuestros 'hasta mañana' que quería dejar de ser muda. 
Y se quejó el cero a la izquierda, con el que siempre me comparé, porque odiaba ser siempre tan molesto. 
Y los signos de interrogación exclamaron que querían dejar de obtener respuestas negativas; 
y los de exclamación no dejaban de preguntarse que por qué los te quiero que estaban entre ellos habían tenido tan poco resultado contigo. 
Y las comas que nos separaron durante cortos periodos de tiempo se quejan porque ellas no querían eso. 
Y aparece el punto final que pusimos entre nosotros para decirnos que todo fue contra su voluntad.

Y aquí estoy yo viendo está revolución de la ortografía contra ese 'nosotros' tan inexistente y esperando que aparezcas sabiendo que no lo harás.

miércoles, 2 de julio de 2014

Mi paradoja preferida.

Ella era una paradoja, lo era. Que cuanto más viva te parecía más muerta estaba por dentro. Que su pelo rojizo te hacía pensar que era fuego, que nada podía dañarla; pero sólo bastaba una visita a su mirada para ver que aquello era mentira. Después su pelo oscureció, y el negro te hacía pensar que ya era un reflejo de su alma. Pero algo pasó, y su mirada empezó a brillar. Ya no fingía, la podías ver feliz.

Y entre visita y visita a su mirada algo floreció en mí (creo que era cariño). Y empecé a quererla, empecé a sentir que esa paradoja era imprescindible en mi vida (de alguna forma mi vida también era una paradoja). Empecé a darme cuenta que sin ella yo no podía completar mi poema (entiendo poema como mi vida), que faltaba algo; y, es que, al fin y al cabo ¿qué es de un poema sin su paradoja?