Y vuelvo a estar aquí. Encerrada. Y no sé si me agobian más estas cuatro paredes o mis pensamientos. Ya no sé si lo que me quita el aire es el imaginarme tu mirada o la ansiedad de nunca llegar a ser lo suficientemente buena para nada. Y vuelvo a poner la música lo más alta posible para dejar de pensar. Y vuelve ese sabor salado. El sabor de mis lágrimas. Vuelve con cada recuerdo. Con cada sonrisa. Y ya cuesta hasta fingir.
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